martes, 10 de agosto de 2010

CHERCOS, DELIRIO DE FIESTAS

Es una mañana calurosa del diez de agosto, parece que ni tan siquiera a rociado en la noche para poder refrescar el alba, nuestro amigo se levanta con más delirio que otros días, lo han despertado las salvas de cohetes que han lanzado desde lo alto de Chercos, y que han hecho huir hacía el otro extremo de la sierra de los Filabres a media fauna, e intranquilizar a la vez a los aborígenes de bordas, cuadras y descubiertos en general.

Nuestro amigo también se ha hurgado, pero de manera diferente, ya que él sabe porque son los voladores, pero se ha alzado de la cama un poco impaciente, queriendo hacer todo a la vez, lavarse, desayunar, vestirse con su ropa de estreno y pelearse con sus hermanos, todo a la vez, sin perder ripio en nada ni en nadie.

El no entendía a esa edad, que las personas mayores tienen cosas que hacer, y más en aquella época, porque estamos hablando de hace unos sesenta años atrás, y en ese día, con tantas cosas que preparar en las casas, ya que iba a ser una jornada larga y especial, teniendo que alistar la comida para los invitados, engalanar la casa, vestir a los párvulos del hogar y como no, emperifollarse ellos, con más prisas de lo normal por la acumulación de quehaceres.

Pero él quería salir pronto de su casa, he ir corriendo a la Plaza grande de la Iglesia, y así poder presumir de pantalones de peto nuevos terminados de hechura la noche anterior, así como disfrutar del ambiente festivo que se respiraba en la plaza, la cual estaba colmada de variados mercaderes venidos de diversos lugares, vendiendo los típicos dulces de las fiestas, arquillas de turrón, puestos con limonada o refrescos de la época, teatro de marionetas y algún que otro charlatán. Aunque el más esperado era el puesto de la Sra. Encarnación, con sus variados helados hacía las delicias de pequeños y mayores.

Ya estaba él en el ambiente de fiesta, con sus amigos y primos venidos de cortijos y pueblos de alrededor, saludando a sus familiares que se veían de año en año, y que venían a la Misa Mayor del pueblo, para honrar a su Patrón para pedirle o darle gracias y así al termino de la procesión, poder rezar la plegaria de acción de gracias, San Lorenzo te pedimos… Para seguir con la pitanza familiar continuando con la verbena tradicional a la caída de la tarde, amenizada en aquella época por una guitarra y una mandurria. Nuestro amigo terminará durmiendo plácidamente el cansancio de la jornada festiva, en la plaza del pueblo sobre el regazo de su madre, mientras se le pierden por el oído las notas musicales de la verbena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario