Ntra. Sra de la Paz. Esposa del E. Santo Hdad. de la Borriquita, Almería Parroquía del Espíritu Santo. |
En el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, quisiera hablar de María en el misterio de los cinco silencios.
1.El silencio de su vida anterior a ser
Madre.
Nada sabemos ni del nacimiento, ni de la
infancia de [gen. Si María hubiese contado algo, seguro que San Lucas, el
pintor de María, según la tradición tan escudriñador, nos lo habría contado.
Posiblemente nada se contaba ni en la primera, ni en la segunda generación
cristiana. Es verdad que las generaciones siguientes, no resignándose con esa
ignorancia, inventaron preciosas leyendas que recogen no sólo los Evangelios
Apócrifos, sino que incluso se hace eco de ellas el Corán, libro sagrado de los
musulmanes Algunas de ellas van a entrar en la liturgia. Por eso se habla y se
celebra la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen, su
presentación en el templo, siendo muy niña, con aquellas descripciones
preciosas de donde y como vivía cerca del Sancta Santorum. Callan lo único en
que la hacía distinta de nosotros, la plenitud de su gracia.
2. El silencio sobre el misterio de la
Encarnación.
La única que conocía el misterio era María. Ella sabía el momento, el
día y la hora en que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"
(Jn. 1,14). Se lo dijo en silencio el ángel y ella guardó el secreto. El mundo
siguió su caminar. Ni el sol, ni la luna se pararon. Sólo se habían conmovido
sus entrañas de Madre. Ella guardó silencio respetuosa con los designios
insondables de Dios. Y lo guardó con heroísmo. Siendo casi una niña y enamorada
de su prometido, no le dijo nada. Guardó en silencio el misterio; aunque aquel
secreto podría llevarle no sólo a un repudio público, sino además a morir
apedreada, como marcaban las leyes religiosas.
Y sabía que pensaban y hablaban mal de
ella. La gran persecución como la llama el Corán, ante la calumnia, María
solamente mostraba a Jesús. Perdón para todos y confianza en Dios que también
por un ángel sacaría a José, el justo, de su tristeza y consternación.
Lucas, el pintor de María, según la
tradición tan escudriñador, nos lo habría contado. Posiblemente nada se contaba
ni en la
puerta en Belén y no encontraron sitio. Guardaba el gran secreto. Nada
dijo cuando los pastores llegaron a adorar al Niño avisados por el canto de los
ángeles, ni después de la adoración de aquellos Magos que hablaban de una
estrella a la que habían seguido. María guardaba silencio. Nadie supo nada en
Egipto de aquella familia obrera emigrante. "María guaraba todo en su
corazón, meditando en silencio". Ni tampoco en Nazaret al regreso de
Egipto. Y todos se admiraban de que hablara con tanta autoridad Jesús, el hijo
del carpintero y de María, su Madre.
4. El silencio de la vida pública.
La Palabra de Dios que se había hecho
carne en el seno virginal de María, reducida al silencio voluntario treinta
años. Un día saltó al primer plano de la actualidad y todos hablaban de sus
palabras y de sus hechos. Y María seguía callando. Ella no aparece en las horas
de triunfo. No sabemos que estuviera en la multiplicación de los panes y de los
peces, ni en tantos milagros obrados por Jesús, ni siquiera en la resurrección
del amigo de la familia, Lázaro. María seguía humildemente callada. Es verdad
que más de una vez piropearon a Jesús diciéndole: "Bendita la madre que
te engendró y los pechos que te amamantaron", pero ella no escuchó
ja No sabía nada. Nazaret seguía siendo lugar de silencio
de oración.
No podía faltar y no faltó en los
momentos de dolor amargura. Y así apretujada en la calle de la amargura
cruzó su mirada llorosa con la de su hijo
afligido y estuvo al pie de la Cruz, compartiendo con su Hijo el dolor y
cooperando a nuestra salvación con entrañas de Madre.
5. El silencio después de la Ascensión.
Una nube le quitó a Jesús de sus ojos
mientras subía a los Cielos. Y entre el gozo de su triunfo, sintió la aflicción
y el dolor inconsolable de la ausencia y de la pérdida. Qué bonitamente lo
describe Fray Luis, hablando a Cristo de su Madre:
¿ Qué mirarán sus ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos ?
Quien oyó tu dulzura
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Ella se quedó con la primitiva Iglesia en
el Cenáculo y rezaba con los Apóstoles, los discípulos y las buenas mujeres.
Rezaba con la comunidad y en silencio enseñaba a todos a saber esperar la hora
de Dios, la hora de la llegada del Espíritu.
María nos sigue enseñando el silencio positivo de la espera.
Silencio, mucho silencio que está viniendo el Señor. Una estrella
centellea cuando está naciendo el Sol. Silencio, todo es silencio te está
hablando tu Dios.