sábado, 8 de diciembre de 2012

MARÍA Y LOS CINCO SILENCIOS


Ntra. Sra de la Paz. Esposa del E. Santo
Hdad. de la Borriquita, Almería
Parroquía del Espíritu Santo.
En el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, quisiera hablar de María en el misterio de los cinco silencios.
1.El silencio de su vida anterior a ser Madre.
Nada sabemos ni del nacimiento, ni de la infancia de [gen. Si María hubiese contado algo, seguro que San Lucas, el pintor de María, según la tradición tan escudriñador, nos lo habría contado. Posiblemente nada se contaba ni en la primera, ni en la segunda generación cristiana. Es verdad que las generaciones siguientes, no resignándose con esa ignorancia, inventaron preciosas leyendas que recogen no sólo los Evangelios Apócrifos, sino que incluso se hace eco de ellas el Corán, libro sagrado de los musulmanes Algunas de ellas van a entrar en la liturgia. Por eso se habla y se celebra la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen, su presentación en el templo, siendo muy niña, con aquellas descripciones preciosas de donde y como vivía cerca del Sancta Santorum. Callan lo único en que la hacía distinta de nosotros, la plenitud de su gracia.
 
 
2. El silencio sobre el misterio de la Encarnación.
La única que conocía el misterio era María. Ella sabía el momento, el día y la hora en que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1,14). Se lo dijo en silencio el ángel y ella guardó el secreto. El mundo siguió su caminar. Ni el sol, ni la luna se pararon. Sólo se habían conmovido sus entrañas de Madre. Ella guardó silencio respetuosa con los designios insondables de Dios. Y lo guardó con heroísmo. Siendo casi una niña y enamorada de su prometido, no le dijo nada. Guardó en silencio el misterio; aunque aquel secreto podría llevarle no sólo a un repudio público, sino además a morir apedreada, como marcaban las leyes religiosas.
 
Y sabía que pensaban y hablaban mal de ella. La gran persecución como la llama el Corán, ante la calumnia, María solamente mostraba a Jesús. Perdón para todos y confianza en Dios que también por un ángel sacaría a José, el justo, de su tristeza y consternación.
Lucas, el pintor de María, según la tradición tan escudriñador, nos lo habría contado. Posiblemente nada se contaba ni en la
puerta en Belén y no encontraron sitio. Guardaba el gran secreto. Nada dijo cuando los pastores llegaron a adorar al Niño avisados por el canto de los ángeles, ni después de la adoración de aquellos Magos que hablaban de una estrella a la que habían seguido. María guardaba silencio. Nadie supo nada en Egipto de aquella familia obrera emi­grante. "María guaraba todo en su corazón, meditando en silencio". Ni tampoco en Nazaret al regreso de Egipto. Y todos se admiraban de que hablara con tanta autoridad Jesús, el hijo del carpintero y de María, su Madre.
 
4.  El silencio de la vida pública.
 
La Palabra de Dios que se había hecho carne en el seno virginal de María, reducida al silencio voluntario treinta años. Un día saltó al primer plano de la actualidad y todos hablaban de sus palabras y de sus hechos. Y María seguía callando. Ella no aparece en las horas de triunfo. No sabemos que estuviera en la multiplicación de los panes y de los peces, ni en tantos milagros obrados por Jesús, ni siquiera en la resurrección del amigo de la familia, Lázaro. María seguía humildemente callada. Es verdad que más de una vez piro­pearon a Jesús diciéndole: "Bendita la madre que te engendró y los pechos que te amamantaron", pero ella no escuchó
ja No sabía nada. Nazaret seguía siendo lugar de silencio
de oración.
 
No podía faltar y no faltó en los momentos de dolor amargura. Y así apretujada en la calle de la amargura
cruzó su mirada llorosa con la de su hijo afligido y estuvo al pie de la Cruz, compartiendo con su Hijo el dolor y cooperando a nuestra salvación con entrañas de Madre.
 
5. El silencio después de la Ascensión.
Una nube le quitó a Jesús de sus ojos mientras subía a los Cielos. Y entre el gozo de su triunfo, sintió la aflicción y el dolor inconsolable de la ausencia y de la pérdida. Qué bonitamente lo describe Fray Luis, hablando a Cristo de su Madre:
 
¿ Qué mirarán sus ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos ?
Quien oyó tu dulzura
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
 
Ella se quedó con la primitiva Iglesia en el Cenáculo y rezaba con los Apóstoles, los discípulos y las buenas mujeres. Rezaba con la comunidad y en silencio enseñaba a todos a saber esperar la hora de Dios, la hora de la llegada del Espíritu.
 
María nos sigue enseñando el silencio positivo de la espera.
 
Silencio, mucho silencio que está viniendo el Señor. Una estrella centellea cuando está naciendo el Sol. Silencio, todo es silencio te está hablando tu Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario