viernes, 23 de julio de 2010

DISCUTE PARA CONSTRUIR, NO PARA DESTRUIR

Los hombres pasan mucho tiempo discutiendo y gastan muchos argumentos, mucha fuerza y mucha reservas nerviosas.

Discuten en todas partes: en casa, en la oficina, en el taller, en el autobús, en la terraza del café, en múltiples reuniones, asambleas, comisiones, etc…


Con frecuencia “se agotan” en discusiones, se ponen nerviosos, se vuelven mezquinos, se ofenden, se dividen, y rarísimamente dan el triunfo a la Verdad. ¿Por qué? Si estamos auténticamente al servicio de la verdad ¿cómo difundirla a nuestro alrededor? ¿Cómo “hay que ser” para que no degeneren nuestras discusiones?


Lo que si hay que dejar claro, que detrás de cada argumento, hay siempre un hombre o una mujer, que defiende su honorabilidad, más que la verdad en sí, es como una lucha entre dos personas, lo que le importa es que le den la razón, no la verdad. Sintiendo tal grado de embriaguez que cuando avistan que el contrincante se ha quedado sin argumentos y lo tienen totalmente acorralado, es entonces cuando se sienten satisfechos de su discusión, sin importarle la Verdad, si no su argumento, el individuo se siente mas poderoso, manipulador, es capaz de esgrimir al otro, con tan solo el hecho de darle la vuelta a la verdad. Y haciéndola suya la desfigura.


Si quieres salir airoso de una discusión, olvídate de ti mismo, respeta al otro, no seas como el rico que da limosna al pobre, sino como el que se presenta al amigo para unirse a él y con él descubrir la verdad.



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