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| Patio de los Leones, fotografía Emir Jesús Díaz Pérez |
Hoy quisiera hablar de un monumento que por su ubicación, dominada por las nieves de Sierra Nevada, es una de las estampas más bellas de Europa, y la hermosura del monumento sobrecoge con su encanto. Como ustedes verán estamos hablando una de las joyas más grandes que tiene Europa y que sin lugar a dudas es la Alhambra, la cual está totalmente construida a la medida del hombre, para gozarla y para vivirla, cerca de los sentidos y cerca del corazón.
Su construcción se escalonó a lo largo de un siglo y medio, pensada como fortaleza defensiva, palacio y ciudad. Como todos los palacios musulmanes, contenía las oficinas gubernamentales, y la pasión de sus constructores, cubrió las superficies enteras de una decoración exquisita, tan elaborada que sorprende por su perfección y por su armonía, a pesar de su innegable barroquismo. El palacio propiamente dicho, consta de un número de habitaciones relativamente pequeño y de salas que se articulan en torno a patios, unos más grandes que otros, con fuentes, estanques y jardines, que los hacen especialmente placenteros. A destacar el Patio de los Leones, o mejor leonas, una rareza dentro del arte islámico por la representación de animales, o el delicioso Patio de los Arrayanes. Como dice Montgomery Watt, toda la edificación impresiona por su perfecta ornamentación y una gracia perfecta sostenida e incluso prolongada por las esbeltas columnas.
Y si bella es la Alhambra no menos lo es el Generalife. Una larga avenida de cipreses, con un estanque en el centro nos conduce hasta él. En líneas generales, se conserva tal y como lo mandó levantar Yusuf. Allí se retiró, con los suyos, huyendo de la peste de 1348, que se cebó en España al igual que en el resto de los países del Mediterráneo. Es una auténtica joya de elegancia y de gracia. Un gran patio alargado se abre sobre las salas, precedidas de pórticos, de proporciones ideales. Los jardines, de rosas y jazmines, a la sombra de los cipreses forman un entorno de ensueño. Nada es demasiado grande, ni demasiado severo, en una armonía de formas realizadas a escala humana.
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