jueves, 14 de julio de 2011

LOS CÁTAROS, LA HEREJIA DEL MEDIEVO


Grabado que representa el Cátaro ajusticiado por la inquisición
A principios del año mil doscientos, los primeros cataros se habían extendido por bue­na parte del Mediterráneo occidental. Predicaban la pobreza, el regreso a las costumbres de los cristianos primitivos y abo­gaban por una religión simple, que no requería iglesias, ni diez­mos o privilegios para los ministros del Señor. Sus seguidores rechazaban el culto a los santos y a la Virgen, como si fueran salvajes o, aún peor, musulmanes. Renegaban del bautismo. Y  esas alimañas no titubeaban al afirmar que el creador de este mundo no había sido Dios, sino Satán. ¡Qué perversión de la I doctrina! ¿Podéis imaginarlo? Para ellos Yahvé, el Dios Padre del Antiguo Testamento, fue en realidad un espíritu diabólico que lo mismo expulsaba a Adán y Eva del Paraíso que destro- zaban ejércitos al paso de Moisés. En sus manos, los hombres apenas éramos marionetas incapaces de discernir el bien mal. El pueblo llano acogió aquellas calumnias con entusiasmo Veía en ellas una fe que les disculpaba del pecado y les hace fácil entender que hubiera tanto sufrimiento en un mund0 creado por el Maligno. ¡Qué anatema! ¡Situaban a Dios y Diablo, al bien y al mal, a la misma altura, con competencia y poderes idénticos!
»La Iglesia, quiso corregirlo dos desde los pulpitos, pero su remedio no funcionó. Fueron cada vez más numerosos los simpatizantes que se dieron cuenta de lo de proporcionada que era su lucha y la mayoría terminó apiadán­dose de los herejes, a los que muchos consideraban vecinos ejemplares. Argumentaban que los cataros les predicaban con el ejemplo, dándoles muestras de humildad y pobreza, mien­tras que los clérigos se revestían de finas casullas y oropeles para condenarlos desde altares cubiertos de costosos adornos. Así, lejos de desterrar la herejía, lo que consiguió la Iglesia fue ex­tenderla como la peste
Cátaro en griego clásico significa puro y por eso eran la imagen de la mis­ma pobreza apostólica que admiraban herejes de Francia.
El catarismo no sólo había ganado adeptos entre campesinos y artesanos, sino también entre reyes y nobles que lo considera­ron la fórmula perfecta para evitar el pago de impuestos y las cesiones de privilegios a los eclesiásticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario