Sta. Ángela de la Cruz, la patrulla de los pobres |
Es ya un tópico el decir que «vivimos
tiempos difíciles». De ordinario, repetimos esta expresión varias veces al día,
pero en la velocidad que arrastra al hombre de principios del siglo XXI, éste
no se para a reflexionar qué es lo que en realidad está sucediendo, que no es
más que la consecuencia de una profunda crisis, que en su primera raíz es
crisis de valores.
La tantas veces llamada «vieja Europa»,
ha olvidado sus profundas raíces cristianas, las que la llevaron a ser fuente
de conocimiento, escuela de Santos, ejemplo de cultura, gloria de las artes y
germen de mercados.
Nuestro siempre amado y recordado Juan
Pablo II decía que «abrir a Cristo los sistemas políticos y económicos no puede
sino reportar beneficios al hombre». Mas quienes han gobernado y gobiernan en
la vieja Europa -grandes responsables de cuanto acontece hoy a tantas familias
que sufren- parece que olvidan a Dios. Que el Señor se apiade de ellos y los
haga ver la Luz de Buen Camino, en servicio del Pueblo. El hombre, creado por
Dios, se ha vuelto ingrato y -en su egoísmo- no deja sitio para Dios. Y así,
vivimos los tiempos que Dios ha querido para nosotros. Es en este mundo con
estas coordenadas de crisis económica y de valores, donde los cristianos de hoy
tenemos que actuar, ayudando al hermano a llevar la Cruz que soporta.
Por suerte, no todos los hombres viven de
espaldas a Dios. Desgraciados cuantos olvidan el sentido trascendente de la
existencia, pues en el mismo se halla la comprensión del sufrimiento humano,
camino hacia el Cielo.
Los cristianos tenemos que ser como la
lamparilla que arde perenne ante el Santísimo en cada Sagrario. Siempre alerta
y siempre actuando. Madre Angelita decía a Sus Hijas que no debían asustarse
ante nada. Eso es comprender la Voluntad
Divina. Sea lo que sea lo que traigan los
tiempos, que nada nos angustie. Vivamos con la alegría de saber que Dios nos
ama y sabe lo que quiere de nosotros: que demos la medida que demandan los
tiempos, llevando alegría allí donde falte, y ayudando a remediar las
necesidades de quienes peor viven.
La Compañía de la Cruz está asentada
sobre los firmes cimientos de la Fe en Jesucristo. Esa que mueve montañas.
Jesús nos dijo: «si tuvierais Fe, diríais a este sicómoro: trasládate al mar. Y
él os obedecería».
La Fe de Madre Angelita y de las Hermanas
de la Cruz, a quienes tanto deben Sevilla y tantos lugares de España y del
mundo, es el mayor ejemplo de cómo construir un mundo lleno de Amor y de altura
de miras. Que pregunten al Pueblo, a los más humildes, esos que no son capaces
ni de alzar la voz para pedir -esos que nada entienden «ni de mercados ni de
prima de riesgo»-, que les pregunten quién es Sor Ángela de la Cruz y quienes
son Sus Hijas. Seguro que la respuesta llevará clave de Fe. Seguro que hablarán
de que ellas les fortalecieron en la Fe y les devolvieron la Esperanza, que es
el Milagro que consigue la Fe diariamente en el hombre.
Mientras el mundo -caminando en dirección
equivocada- no halla solución a sus problemas económicos, Santa Ángela sigue
actuando, sigue siendo un referente llevando la Felicidad a tantos lugares
necesitados, a tantas personas que están solas, uniendo familias desunidas,
ilusionando a jóvenes, ganando vocaciones, alcanzando la limosna de tantos con
buen corazón, llenando de alegría la vida de los mayores, consiguiendo mover a
quienes están acomodados, y haciendo germinar en la mente de muchos el examen
de conciencia que les hace comprender el verdadero sentido de sus vidas.
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