Aunque yo no soy muy amigo de los
animales y menos de los caninos, pero tengo que reconocer que desde la lejana
antigüedad el perro ha sido su animal mas fiel y protegido por este pueblo
junto con los felinos y algunas razas de los simios.
Para los egipcios, el perro (en egipcio
antiguo íu, o también tyesem)
ya era el mejor amigo
del hombre, el compañero más fiel en la casa y también el mejor camarada en la
caza. Los artistas egipcios pintaron en las paredes de las tumbas elegantes
perros, de distintas especies y razas, sin escatimar detalles: algunos poseían
un pelaje uniforme, otros eran manchados; unos tenían las orejas grandes y
caídas, y otros, puntiagudas y rectas; había perros pastores y perros
guardianes;
algunos eran pequeños, y otros enérgicos
y feroces como el lebrero, un perro de caza al que reconocemos por su hocico
alargado, sus largas y delgadas patas y la cola curvada. En algunas escenas de
cacería en el desierto se representan hombres armados con arcos y flechas que,
con la ayuda de lebreros, dan caza a leones, órices (unos grandes antílopes) y
otros animales.
El
perro domesticado entraba en la casa y caminaba libremente por toda ella, acomodándose
bajo las sillas para comer, dormir o descansar cerca de sus cuidadores. Nos han
llegado imágenes en las que aparecen perros ornados con bellos collares y finas
correas que sostienen sus dueños, o que están atados a un árbol. Sin embargo,
resulta curioso que los artistas egipcios jamás representasen al hombre o a
la mujer acariciando a los perros, cepillando su pelo o sencillamente jugando
con ellos.
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