miércoles, 4 de julio de 2012

MASCOTAS EGIPCIAS III




Las mascotas vivían cerca de sus amos, en el interior de las casas. Recibían toda clase de cuidados durante su vida y cuando morían eran esmeradamente momificadas. El cadáver del animal se colocaba sobre una mesa de embalsamar especial para eviscerarlo, es decir, pa­ra extraer sus órganos internos, lo que se hacía mediante una incisión practi­cada en el costado. También se utili­zaban enemas (lavativas) de fluidos disolventes, que se inyectaban por el ano y destruían los órganos internos.

Una vez extraídas, las vísceras se limpiaban y enjuagaban con sustancias aromáticas, y eran colocadas de nuevo en el interior de la cavidad abdominal. Previamente, el cuerpo del animal ha­bía sido desecado con natrón (un tipo de sal) y rellenado con mirra, canela y otros productos. Acto seguido, se apli­caban ungüentos a base de resinas, go­mas y aceites perfumados y se fajaba el cuerpo con vendas de lino. Termi­nado el proceso, la mascota embalsa­mada se colocaba dentro de un ataúd o de un sarcófago y se enterraba cerca de quienes habían sido sus dueños.

Dado que el coste del embalsama­miento era considerable, el hecho de que una mascota fuera momificada indicaba que había sido extremada­mente importante para su propietario. El apego y el cariño que los egipcios demostraron hacia sus animales do­mésticos no sólo los llevó a represen­tarlos en multitud de circunstancias y lugares, sino también a enterrarlas en sus propias tumbas.

Algún egipcio llevó todavía más le­jos esta costumbre e introdujo la mo­mia de su animal más querido en el interior de su propio sarcófago: se han encontrado perros cuidadosamente momificados y acurrucados a los pies de sus amos. Quizás en vida la masco­ta y su dueño dormían juntos y el pro­pietario deseaba continuar haciéndo­lo durante su vida de ultratumba.

Animales bien cuidados

El estudio de las momias de los anima­les de compañía indica que recibieron atentos cuidados durante su vida te­rrenal: el pelo brillante y los huesos fuertes revelan una alimentación con­tinua, sana y equilibrada. Una de las más finas y delicadas momias de mas­cota que han llegado hasta nosotros es la de una gacela que al parecer perte­neció a la princesa Isitemkheb u otro miembro de la familia del faraón Pi-nedyem, de la dinastía XXI (que murió hacia 969 a.C). El examen de este ani­mal ha revelado que se trataba de una hembra de unos cuatro años de edad que falleció por causas naturales. La gacela fue cuidadosamente vendada con tiras de lino y la adornaron con diversos collares; su momia se encon­traba en el interior de un sarcófago he­cho de madera de sicómoro que toma­ba la silueta del animal.




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