Las mascotas vivían cerca de sus amos, en
el interior de las casas. Recibían toda clase de cuidados durante su vida y
cuando morían eran esmeradamente momificadas. El cadáver del animal se colocaba
sobre una mesa de embalsamar especial para eviscerarlo, es decir, para extraer sus órganos
internos, lo que se hacía mediante una incisión practicada en el costado.
También se utilizaban enemas (lavativas) de fluidos disolventes, que se
inyectaban por el ano y destruían los órganos internos.
Una vez extraídas, las vísceras se limpiaban y enjuagaban con sustancias aromáticas, y eran
colocadas de nuevo en el interior de la cavidad abdominal. Previamente, el
cuerpo del animal había sido desecado con natrón (un tipo de sal) y rellenado
con mirra, canela y otros productos. Acto seguido, se aplicaban ungüentos a
base de resinas, gomas y aceites perfumados y se fajaba el cuerpo con vendas
de lino. Terminado el proceso, la mascota embalsamada se colocaba dentro de
un ataúd o de un sarcófago y se enterraba cerca de quienes habían sido sus
dueños.
Dado que el coste del embalsamamiento
era considerable, el hecho de que una mascota fuera momificada indicaba que había
sido extremadamente importante para su propietario. El apego y el cariño que
los egipcios demostraron hacia sus animales domésticos no sólo los llevó a
representarlos en multitud de circunstancias y lugares, sino también a
enterrarlas en sus propias tumbas.
Algún egipcio llevó todavía más lejos
esta costumbre e introdujo la momia de su animal más querido en el interior de
su propio sarcófago: se han encontrado perros cuidadosamente momificados y
acurrucados a los pies de sus amos. Quizás en vida la mascota y su dueño
dormían juntos y el propietario deseaba continuar haciéndolo durante su vida
de ultratumba.
Animales bien cuidados
El estudio de las momias de los animales
de compañía indica que recibieron atentos cuidados durante su vida terrenal:
el pelo brillante y los huesos fuertes revelan una alimentación continua, sana
y equilibrada. Una de las más finas y delicadas momias de mascota que han
llegado hasta nosotros es la de una gacela que al parecer perteneció a la
princesa Isitemkheb u otro miembro de la familia del faraón Pi-nedyem, de la
dinastía XXI (que murió hacia 969 a.C). El examen de este animal ha revelado
que se trataba de una hembra de unos cuatro años de edad que falleció por
causas naturales. La gacela fue cuidadosamente vendada con tiras de lino y la
adornaron con diversos collares; su momia se encontraba en el interior de un
sarcófago hecho de madera de sicómoro que tomaba la silueta del animal.
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