martes, 21 de enero de 2014

NTRA. SRA. DE LA HINIESTA DOLOROSA SE HA REPUESTO AL CULTO TAN LINDA COMO UNA ESTRELLA SUBLIME



Ntra. Sra. de la Hiniesta Dolorosa, ataviada
de hebrea en el año de su bendición de 1937.


Decir mes de enero en Sevilla, es decir Hiniesta, por ser la primera hermandad por decirlo de algún modo en poner una imagen en la calle. Pero este año es más votivo aún si cabe ya que ha sido puesta al culto Ntra. Sra. de la Hiniesta Dolorosa, tras pasar unos meses en el taller de restaurador D. Pedro Manzano Beltrán para someter a la imagen una profunda limpieza.
La verdad que la Imagen que tallara en su día Castillo Lastrucci en 1937, ha sido vuelta  a sus hermanos no solamente limpia, sino que ha ganado en todas sus fracciones, ya que ahora se puede observar con más definición cada uno de los detalles que el tiempo ha ido ocultando para el deleite de sus hermanos  cofrades y capillitas en general. Así pues podemos observas elementos como sus mejillas, las pestañas, o sus delicadas manos.
Para homenajear la talla más querida de Castillo Lastrucci, razón ésta por la que está enterrado en San Julián, quisiera hablar de la Marcha Estrella Sublime que está dedicada a dicha Titular.
Esta marcha procesional fue com­puesta a instancias de Francisco Camero González, hermano y gran devoto de la Virgen de la Hiniesta, tomándose el título de las co­plas históricas que se cantaban en los cultos desde el siglo XIX: "Entonces, como luciente y la más sublime estrella...". Se estrenó por la banda de Soria 9 tras el paso de la Virgen el Domingo de Ramos de 1925 con un acompa­ñamiento de violines que fue pagado por el propio Camero.
Aunque en la partitura la marcha apare­ce dedicada a la Hermandad, en el cabildo de oficiales del 13 de noviembre de aquel mismo 1925 se indicó que se "compuso y dedicó a nuestra amantísima titular Nuestra Señora de la Hiniesta", es decir, la Hiniesta Dolorosa.
Esta marcha fue revolucionaria en el pa­norama de la música procesional. La vibrante y triunfal irrupción de las cornetas desde el comienzo abrió un nuevo camino alternativo al estilo fúnebre y lento heredado del siglo XIX que se acabó identificando con las cofra­días de barrio.


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