Obra cumbre en su producción artísticas.
Realizada en madera de ciprés para su deleite y sin compromiso ni encargo
previo. Partiendo muy superficialmente del esquema compositivo de conjunto de
las Inmaculadas de Alonso Cano, crea el escultor su propia y personal visión
de esta iconografía. Destaca fundamentalmente en la obra el movimiento; éste se
inicia en la parte inferior por la colocación y flexión hacia delante de la
pierna y rodilla derecha. El tronco de la figura gira graciosamente hacia la
izquierda a la vez que se desplaza hacia atrás, movimiento que se ve pronunciado
por la posición de los brazos y la inclinación adelantada de la cabeza. Todo
ello crea un efecto muy logrado y magistral. Básicamente trazado el esquema del
movimiento y la composición del conjunto de la figura, conviene resaltar la
importancia que juega el estudio de las telas. La forma ascendente en espiral
refuerza toda la composición y el movimiento de la figura que se puede resumir
en una curva ascendente, que a la altura de la cintura va hacia la espalda y
aparece plegándose entre el pecho y el brazo izquierdo.
El valor expresivo de la espiral que forma el manto ofrece un
resultado de ingrávido movimiento ¿conocía el escultor este recurso?
Indudablemente esta talla nos lo confirma.
Para el modelado de la cabeza consulta el artista el rostro de su hija
Pilar. La idealización de estas referencias al modelo vivo aportan al rostro de
rasgos aniñados un efecto de armonioso conjunto: ojos grandes y expresivos,
frontal suavemente redondeado, nariz ligeramente respingona y unos deliciosos
labios que completan junto al cabello y el rollizo cuello esta excelente
cabeza. Parte muy importante de la obra son, sin duda, los brazos y las manos;
éstas se unen sin llegar a tocarse. Separa el escultor con gran delicadeza los
dedos de ambas manos.
El tratamiento de las telas en su conjunto es de una sencilla
corrección dentro de un estilo barroco andaluz. Las cabezas de los ángeles que
configuran junto a la nube la base de la figura son de un realismo en
consonancia con el rostro de la "Inmaculada Niña" (así es como
llamaba cariñosamente a su obra). La encarnación de los rostros esta muy
cuidada y es de suaves tonos rosáceos. En el estofado cuida especialmente la
decoración de la túnica, introduciendo en ella temas florales que realzan esta
labor. El manto se adorna con cenefas en bajorrelieve y oro visto. En los
fondos realiza una minuciosa labor de dibujos de inspiración barroca siluetados
con efecto moaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario