viernes, 10 de diciembre de 2010

LA SEPARACIÓN DE LOS JUDIOS Y CRISTIANOS

Jesús de la Humildad y Paciencia
Dibujo: Chus Lara
Fue la persecución judía de los adheridos a la secta mesiánica de los Naza¬renos lo que desempeñó una parte importante en la ruptura entre la Iglesia y el judaísmo. Es notable que las acciones de las autoridades judías fueran dirigidas contra individuos y más especificamente contra judeocristianos, en una línea que va de Esteban por Santiago, el hermano de Juan, y Pedro, a través de Pablo, hasta Santiago el justo antes del 70. La pretensión mesiánica de Bar Koshba, reconocida por R. Aqiba y muchos judíos palestinos, pudo parecer el rechazo final e irrevocable de la mesianidad de Jesucristo y dio pie a la persecución de los cristianos por el pretendiente mesiánico. La persecución de cristianos por judíos estrictamente ocasional, a veces violenta, se había dado desde los comien¬zos en la misma Palestina (cf. 1 Tes 2,14-16). Era inevitable como reacción ins¬tintiva contra quienes no sólo creían en las enseñanzas de un maestro que había sido rechazado, sino que profesaban la mesianidad de uno tildado como impos¬tor (cf. Mt 26,63) y la divinidad del condenado por blasfemia (cf. Mc 14,64 par).

La persecución de los cristianos por los judíos desde los primeros decenios fue a la vez una causa de la ruptura y un resultado del reconocimiento de los aspectos distintivos del cristianismo.

La persecución judía, por ser originariamente una controversia intra muros, jugó un papel más creador que la oposición romana. Esta última se interesó por el cristianismo cuando quedó separado. La primera contribuyó a hacerlo una entidad separada y a proveer para que fuese reconocido como tal por las autori¬dades romanas. Como una innovación respecto al judaísmo lícito, el cristianismo cayó bajo sospecha y se vio perseguido 158. Cuando los cristianos quedaron reconocidos como distintos de los judíos, pudieron ser perseguidos con medidas coercitivas (mediante el procedimiento de la coercitio más que sobre la base de una lex) por trasgredir los edictos de los emperadores sobre las organizaciones (collegia) de tendencia antisocial.

El reconocerse cristianos, la admisión del nomen, era ya suficiente indicio de la adhesión a un culto no legitimado. La primera muestra de la identificación de los cristianos como una entidad separada nos la da la persecución de Nerón en Roma el 64. En provincias la distinción está ya clara, al menos en los territorios de la misión paulina, mucho antes del 112, cuando Plinio consulta a Trajano si el hecho de ser cristiano (nomen ipsum) es perseguible de oficio.

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