En la obra
Bodas de Sangre de Lorca, le dice la vecina a la madre del novio, “ ya nadie se
acuerda de eso”; contestándole la madre del novio, “pero te cuerdas tú.”
He querido
empezar esta entrada con las palabras del drama de Lorca, porque al hombre por
naturaleza cuándo le va bien, ya no se acuerdan cuándo le iba mal.
Y me he
acordado de lo mal que lo han pasado muchas cuadrillas de costaleros para sacar
los pasos a la calle, parihuelas que permanecían en el local de ensayo semanas
y semanas sin que les diera el aire porque no reunían el cuerpo suficiente de
personas para los ensayos, capataces que tenían que ir hablar con otras
cuadrillas para les echaran una mano. Hermanamientos que nacieron con esa
intención de prestarse cuadrillas, aunque ahora cuando lo lean digan que no fue
así. Nombramientos de capataces para ver si atraía a más gente a la cuadrilla. Llamadas telefónicas
de hermanos mayores a gente del costal la víspera de la salida para que fueran
a echar una mano. Trabajaderas vacías en plena Estación de Penitencia. Y un
sinfín de historias que darían para mucho.
Pero me
conformo solo con refrescarle la memoria a esos que lo han pasado mal, y que ahora
van pavoneándose, que no caben en ciertas calles de nuestra ciudad por lo
pollerosos que van. Sacando pecho y olvidandose del pasado.
Yo me alegro y mucho que hayan crecido las cuadrillas de
nuestras hermandades, algunas de ellas incluso acercándose al centenar de
personas. La verdad que da una alegría enorme, pero no deben olvidarse de
aquellos años, que llegaban arrastrando la patas, que alguno que otro le pedían a la Reina de los Cielos que hacía
falta que lloviera para el campo. Y que ahora no hay quien les tosa. Yo les
digo lo que decía aquella madre del drama de Lorca, " pero te acuerdas tu".
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