HASTA LA REPÚBLICA PASO DE FEDERARISMOS
La sesión del día 25 de
agosto de 1931, leído en las Cortes el proyecto de Constitución, pidió la
palabra el diputado federal por Soria, Hilario Ayuso, para preguntar si los líderes
republicanos que se habían comprometido en 1926 con la República federal
seguían manteniendo aquel compromiso.
Ayuso no hizo referencia alguna al fracaso histórico de la Primera
República de 1873 y de su proyecto federal, ni al fracaso del mismo partido
federal, dividido y desintegrado en varias taifas federalistas, cuyos restos
apenas llegaron a la Segunda República. Nadie le contestó.
Seguidamente, habló, en nombre de la Comisión constitucional, su
Presidente, Luis Jiménez de Asúa, catedrático de la Complutense, abogado y
renombrado penalista, diputado socialista por Granada-provincia, de reciente
afiliación en la Agrupación madrileña. No hizo mención alguna a la pregunta del
diputado soriano y se puso a explicar los trabajos de la Comisión y las notas
constitutivas del nuevo texto.
«Deliberadamente -dijo, al llegar al título primero. Organización nacional-, no hemos querido declarar en nuestra Carta constitucional que España es
una República federal; no lo hemos querido declarar porque, hoy, tanto el
unitarismo como el federalismo están en franca crisis teórica y práctica.
Sírvanos de ejemplo el caso de Alemania, de que más tarde he de hablar. Vemos
en su Constitución de 1919 cómo se
ensanchan los poderes del Reich y cómo los antiguos Estados reciben el nombre
de Lánder. La autonomía va haciendo que, en vez de tratarse de una Constitución
federal, se trate de algo de que he de hablar más tarde: de un Estado integral.
Está, pues, en franca crisis todo lo referente a esta antítesis de Estado
federal y Estado unitario».
Y, tras afirmar que el Estado unitario estaba ya en franco crack desde
comienzos de siglo, añadía: «Pero, al mismo tiempo, tampoco puede el sistema
federal ofrecernos bases teoréticas y prácticas; el sistema sinalagmático de
pacto que ilustró Pi y Margall hoy no se recibe por la teoría ni por la
práctica, ni tampoco ha llegado a cuajar el sistema orgánico».
No hablaban, además, los autores del proyecto constitucional de Estado federal, porque «federar es unir». Se han federado aquellos Estados que vivieron
dispersos y quisieron reunirse en colectividad. No aceptaron, pues, esos
términos, que estaban en
franca y definitiva crisis.
La Comisión había querido seguir el ensayo de Hugo Preuss y sus doctrinas
del Estado integral, llevadas a la Constitución de Weimar (1919): ese «gran Estado integral, en el
que son compatibles, junto a la gran España, las regiones, y haciendo posible,
en ese sistema integral, que cada una de las regiones reciba la autonomía que
merece por su grado de cultura y de progreso: unas querrán quedar unidas, y
otras tendrán su autodeterminación en mayor o menor grado».
En ese tiempo, ni las derechas ni las izquierdas eran federalistas. Los
cuatro grandes santones del momento: Azaña, Lerroux, Ortega y Gasset y Sánchez
Román, menos que nadie.
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