sábado, 21 de diciembre de 2013

HASTA LA REPÚBLICA PASO DE FEDERARISMOS



La sesión del día 25 de agosto de 1931, leído en las Cortes el proyecto de Constitución, pidió la palabra el diputado federal por Soria, Hilario Ayuso, para preguntar si los líderes republicanos que se habían comprometido en 1926 con la República federal seguían manteniendo aquel compromiso.

Ayuso no hizo referencia alguna al fracaso histórico de la Primera República de 1873 y de su proyecto federal, ni al fracaso del mismo partido federal, dividido y desintegrado en varias taifas federalistas, cuyos restos apenas llegaron a la Segunda República. Nadie le contestó.

Seguidamente, habló, en nombre de la Comisión constitucional, su Presidente, Luis Jiménez de Asúa, catedrático de la Complutense, abogado y renombrado penalista, diputado socialista por Granada-provincia, de reciente afiliación en la Agrupación madrileña. No hizo mención alguna a la pregunta del diputado soriano y se puso a explicar los trabajos de la Comisión y las notas constitutivas del nuevo texto.

«Deliberadamente -dijo, al llegar al título primero. Organización nacional-, no hemos querido declarar en nuestra Carta constitucional que España es una República federal; no lo hemos querido declarar porque, hoy, tanto el unitarismo como el federalismo están en franca crisis teórica y práctica. Sírvanos de ejemplo el caso de Alemania, de que más tarde he de hablar. Vemos en su Constitución de 1919 cómo se ensanchan los poderes del Reich y cómo los antiguos Estados reciben el nombre de Lánder. La autonomía va haciendo que, en vez de tratarse de una Constitución federal, se trate de algo de que he de hablar más tarde: de un Estado integral. Está, pues, en franca crisis todo lo referente a esta antítesis de Estado federal y Estado unitario».

Y, tras afirmar que el Estado unitario estaba ya en franco crack desde comienzos de siglo, añadía: «Pero, al mismo tiempo, tampoco puede el sistema federal ofrecernos bases teoréticas y prácticas; el sistema sinalagmático de pacto que ilustró Pi y Margall hoy no se recibe por la teoría ni por la práctica, ni tampoco ha llegado a cuajar el sistema orgánico».

No hablaban, además, los autores del proyecto constitucional de Estado federal, porque «federar es unir». Se han federado aquellos Estados que vivieron dispersos y quisieron reunirse en colectividad. No aceptaron, pues, esos términos, que estaban en franca y definitiva crisis.

La Comisión había querido seguir el ensayo de Hugo Preuss y sus doctrinas del Estado integral, llevadas a la Constitución de Weimar (1919): ese «gran Estado integral, en el que son compatibles, junto a la gran España, las regiones, y haciendo posible, en ese sistema integral, que cada una de las regiones reciba la autonomía que merece por su grado de cultura y de progreso: unas querrán quedar unidas, y otras tendrán su autodeterminación en mayor o menor grado».

En ese tiempo, ni las derechas ni las izquierdas eran federalistas. Los cuatro grandes santones del momento: Azaña, Lerroux, Ortega y Gasset y Sánchez Román, menos que nadie.

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