lunes, 14 de octubre de 2013

RETABLOS PARA UN CRISTO III




Retablo de San Jacinto después de la reforma
de 1951



   3. Retablo de estilo ecléctico de finales del siglo XIX (¿18897-1962)

La calma duró poco, tan sólo cincuenta años. En septiembre de 1868, la Capilla de los Marineros fue incautada a la cofradía por la Junta Revolucionaria, pasando las imágenes en un primer lugar al número 59 de la actual calle Pureza y más tarde, ante las infructuosas gestiones realizadas para que le fuera devuelta en 187110, a la iglesia del convento de San Jacinto a fines de 1872 o comienzos de 1873. La iglesia llevaba cuarenta años cerrada, por lo que antes de encontrar un acomodo digno en el templo los titulares fueron depositados bien en la sacristía o bien en el coro alto liados en paños y esterillas, donde permanecieron varios años "en la que olvidadas de su propia Corporación están al cuidado de algunos devotos". Con la apertura al culto de la Iglesia en 1879, la todavía desorganizada hermandad ocupó la capilla de la cabecera de la nave de la epístola.

No tenemos datos de si los altares de esta primera etapa son los mismos que conocemos por las fotografías de principios del siglo XX, tampoco sabemos cuándo se toma la decisión de que el Cristo pase al altar lateral derecho de esta capilla ocupando la Virgen el testero principal, aunque quizás influyeran dos hechos: primero el pleito que sostuvo nuestra hermandad con la del Cachorro en 1889 por la apropiación de nuestra Dolorosa, ya que la Esperanza estuvo acompañando el Viernes Santo al Cristo de la Expiración desde 1879 a 1888, siendo devuelta en 1889, lo que provocó que se reforzara la estima y valoración de la imagen dentro del seno de la corporación; segundo, el incendio de la Esperanza en su altar el 2 de mayo de 1898, que supuso una tragedia en la cofradía, y que tras su restauración reforzó aun más el cariño y la devoción popular que había conquistado desde su reincorporación a los desfiles penitenciales, provocando quizás que a raíz del incendio se confeccionaran nuevos altares y la Virgen pasase a ocupar un lugar de privilegio.

El altar del Cristo, realizado en las últimas décadas del siglo XIX, era de extrema sencillez, en origen era una simple embocadura de madera pintada en blanco con adornos dorados con un cierto aire ecléctico, la hornacina estaba entelada en damasco y se cubría por un arco escarzano de cuyo arranque pendían dos lámparas que escoltaban al Cristo que se situaba sobre una peña de corcho natural


Fue realizado probablemente a partir de 1888, fecha de la reorganización de la hermandad. Ante la falta de datos en las actas y libros de la hermandad es imposible aventurar un año exacto de ejecución y menos de su autor, tampoco sabemos si a raíz del incendio de la Virgen en 1898 hubo que restaurarlo o hacerlo nuevo. Este retablo se reformó en 1951, por el hermano Antonio Sánchez que procedió a dorarlo por completo, convirtiendo el arco rebajado de la hornacina en un medio punto, añadiéndole nuevas tallas, colocando en las ménsulas que ya poseía unos ángeles pasionarios procedentes de la parroquia de Santa Ana y un nuevo banco de altar que, aunque reformado, aún se conserva en la Capilla de los Marineros.

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