Stmo. Xto. de las Tres Caídas, Hdad. de Triana, Sevilla |
Vetusta abre una serie de capítulos, que nos hablarán de los divesos Altares que ha tenido el Señor de las Tres Caídas de Triana.
El
Santísimo Cristo de las Tres Caídas, desde la fundación de su Hermandad en 1608
en el convento de Nuestra Señora de la Salud de las Monjas Mínimas de Triana,
ha recibido culto en diferentes templos y altares. En este artículo vamos a
tratar de analizar, de forma breve, todos los datos que tenemos de los retablos
que ha ocupado el Señor en las diferentes sedes canónicas en las que ha
residido.
l. Retablo barroco de 1677 del
ensamblador Martín Rodríguez (1677-1755)
En
1616, la cofradía del Cristo se traslada al hospital del Espíritu Santo,
obligados por el provisor Gonzalo del Campo a fusionarse con la hermandad de la
Esperanza, fundada aquí en torno a 1530-15401, ocupando una pequeña capilla que
era de la Virgen. Desconocemos en qué altar situaron al Señor durante sesenta
años, pero el crecimiento de hermanos y devotos propicia en 1676 la donación,
por parte del prior del hospital, de una capilla más grande con sacristía y
sepultura para sus hermanos, en contrapartida, la hermandad se obligaba a realizar
honras fúnebres por los hermanos hospitalarios y asistir a ciertas festividades
de la comunidad portando el estandarte y si en algún momento decidiesen
trasladarse deberían abonar la cantidad de 400 ducados. Tan sólo un año
después, se contrata en 1677 al maestro ensamblador Martín Rodríguez la hechura
de un retablo de madera de pino y cedro tallado para el altar mayor de la
capilla del Cristo de las Tres Caídas. La obra debía estar terminada en un año
al precio de 3.600 reales de vellón. No existe descripción del mismo, pero por
la fecha de ejecución, su estilo era plenamente barroco configurado por
columnas salomónicas, que son las que se incorporaron en la segunda mitad del
XVII.
Parece
ser que cuando en 1736 la Hermandad abandonó el hospital, lo llevó consigo a la
a de Santa Ana, ya que, conocida por los hospitalarios la intención de la
cofradía de abandonarlos, interpusieron varios pleitos con el fin de evitar que
se llevasen enseres de su capilla, además del propio titular. La Hermandad ganó
estos juicios demostrando la propiedad de los mismos. En Santa Ana ocupó la
capilla del capitán Cristóbal de Montebernardo. El hecho del cambio vino
procurado por el deseo de los hermanos de posibilitar un contacto más directo
con los devotos y así mejorar su situación, muy precaria desde principios del
XVIII por diversas calamidades que habían mermado el número de hermanos.
Desde
1755, en que abandonan la parroquia de Santa Ana por causa del terremoto de
Lisboa, las imágenes probablemente se situaron en altares provisionales en las
diferentes sedes que los albergaron, primero en el convento de los Remedios
(1756-1776), más tarde en la capilla de la Encarnación, donde permanecen poco
tiempo, volviendo en fecha indeterminada a su primitiva sede del hospital del Espíritu
Santo, institución que se extingue hacia 1800, pero la iglesia debió permanecer
abierta por lo menos hasta 1816, año del traslado a su nueva capilla de la
calle Larga.
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