martes, 8 de octubre de 2013

RETABLOS PARA UN CRISTO I



Stmo. Xto. de las Tres Caídas, Hdad. de Triana, Sevilla

Vetusta abre una serie de capítulos, que nos hablarán de los divesos Altares que ha tenido el Señor de las Tres Caídas de Triana. 
El Santísimo Cristo de las Tres Caídas, desde la fundación de su Hermandad en 1608 en el convento de Nuestra Señora de la Salud de las Monjas Mínimas de Triana, ha recibido culto en diferentes templos y altares. En este artículo vamos a tratar de analizar, de forma breve, todos los datos que tenemos de los retablos que ha ocupado el Señor en las diferentes sedes canónicas en las que ha residido.

l. Retablo barroco de 1677 del ensamblador Martín Rodríguez (1677-1755)
En 1616, la cofradía del Cristo se traslada al hospital del Espíritu Santo, obligados por el provisor Gonzalo del Campo a fusionarse con la hermandad de la Esperanza, fundada aquí en torno a 1530-15401, ocupando una pequeña capilla que era de la Virgen. Desconocemos en qué altar situaron al Señor durante sesenta años, pero el crecimiento de hermanos y devotos propicia en 1676 la donación, por parte del prior del hospital, de una capilla más grande con sacristía y sepultura para sus hermanos, en contrapartida, la hermandad se obligaba a realizar honras fúnebres por los hermanos hospitalarios y asistir a ciertas festividades de la comunidad portando el estandarte y si en algún momento decidiesen trasladarse deberían abonar la cantidad de 400 ducados. Tan sólo un año después, se contrata en 1677 al maestro ensamblador Martín Rodríguez la hechura de un retablo de madera de pino y cedro tallado para el altar mayor de la capilla del Cristo de las Tres Caídas. La obra debía estar terminada en un año al precio de 3.600 reales de vellón. No existe descripción del mismo, pero por la fecha de ejecución, su estilo era plenamente barroco configurado por columnas salomónicas, que son las que se incorporaron en la segunda mitad del XVII.
Parece ser que cuando en 1736 la Hermandad abandonó el hospital, lo llevó consigo a la a de Santa Ana, ya que, conocida por los hospitalarios la intención de la cofradía de abandonarlos, interpusieron varios pleitos con el fin de evitar que se llevasen enseres de su capilla, además del propio titular. La Hermandad ganó estos juicios demostrando la propiedad de los mismos. En Santa Ana ocupó la capilla del capitán Cristóbal de Montebernardo. El hecho del cambio vino procurado por el deseo de los hermanos de posibilitar un contacto más directo con los devotos y así mejorar su situación, muy precaria desde principios del XVIII por diversas calamidades que habían mermado el número de hermanos.
Desde 1755, en que abandonan la parroquia de Santa Ana por causa del terremoto de Lisboa, las imágenes probablemente se situaron en altares provisionales en las diferentes sedes que los albergaron, primero en el convento de los Remedios (1756-1776), más tarde en la capilla de la Encarnación, donde permanecen poco tiempo, volviendo en fecha indeterminada a su primitiva sede del hospital del Espíritu Santo, institución que se extingue hacia 1800, pero la iglesia debió permanecer abierta por lo menos hasta 1816, año del traslado a su nueva capilla de la calle Larga.

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