Ntra. Sra. del Rosario, Hdad. de la Macarena, Sevilla |
Pues, con este fondo,
en una de esas reuniones a las que me refiero, eso sí, presidida por una tan
espléndida como optimista e inspiradora caña de cerveza, un prohombre de la
política andaluza a la que ha servido con una experiencia e inteligencia
envidiables, hoy lamentablemente ausente del servicio público, remataba la discusión:
"Pero, vamos a ver, si teníamos treinta y pocos años, estaba todo por
hacer, y teníamos todo el dinero del mundo, ¿nos tendríamos que
equivocar?"
Claro que nos
equivocamos, sobre todo, creyendo que "todo el monte era orégano" en
cuestiones políticas, territoriales, financieras y bancadas, urbanísticas, inmobiliarias.
La falta de experiencia, de solvencia mejor, ocasionó en algunos cayeran más
hondo en el agujero de la crisis, hasta el deterioro institucional.
Pues parece que, no
tanto por solvencia, sino por el claro instinto de supervivencia y el
sacrificio de nuestra sociedad que ha estado aguantando el temporal con
dignidad y cierto estoicismo, puede intuirse ya alguna luz al fondo del túnel.
Hay datos -balanza comercial, turismo, menos alarmante destrucción de empleo,
una bolsa más dinámica, la prima de riesgo— que inspiran a seguir la pelea y
que nos empujan al penúltimo esfuerzo para que, por lo pronto, el sufrimiento
causado por la falta de actividad económica vaya reduciéndose, y empecemos un
nuevo ciclo para ser mejores.
En Andalucía, todo lo
descrito ha venido dejando su huella y no pocas enseñanzas. Sin dudarlo, salta
a la mente, y también al corazón, cómo los andaluces han desplegado los
resortes de su compromiso y su solidaridad ante el desempleo o el fracaso
económico. El sufrimiento ha visto un alivio en ese núcleo único de apoyo y
estabilidad que representa la familia. ¿Quién no conoce a un vecino en cuya
familia esté su tabla de salvación en la zozobra? Resultarían cifras imposibles
de reflejar en esas estadísticas que circulan.
En Andalucía, el sector
asociativo ha desplegado movilizaciones admirables. Algunas reconocidas, como
la del Banco de Alimentos que, esa sí, presenta una estadística de
redistribución de alimentos simplemente de poner el vello de punta. ¿Y Caritas?
¿Y las Hermandades y Cofradías
de Andalucía que, aparte su labor continua y estatutaria de ejercicio de la
Caridad, han movilizado, como solo ellas saben y pueden, una ingente cantidad
de recursos materiales y humanos para ayudar? Algún día habrá que airear aquel
Libro Blanco de la Acción Caritativa de las Hermandades de Sevilla, no para la
autocomplacencia de lo mucho que se hace en bien de los demás, sino para
demostrar que nuestras corporaciones cofrades son mucho más que ese
"capilliteo", que algunos refieren de modo tan simplista como
insultante convirtiendo una anécdota en categoría.
Estos mimbres de solidaridad
con el prójimo, próximos de compromiso y exigencia con nuestra tierra, sus
enormes posibilidades, con sus instituciones y sus gentes, con nuestro propio
rendimiento, son los que en este otoño nuevo, en este nuevo curso de esperanza,
nos llevará a una mejor primavera. Interpretando lo que ya saben que dijo mi
amigo, el prohombre andaluz, ya nos pilla con experiencia, no tenemos todo el
dinero del mundo, y ahora nos queda mucho por deshacer. Y habrá merecido la
pena el sacrificio.
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