jueves, 10 de octubre de 2013

¿LO ESTAMOS HACIENDO BIEN?



Ntra. Sra. del Rosario, Hdad. de la Macarena, Sevilla

En estos últimos años, en cualquier reunión fuera profesional, social o familiar, han sido frecuentes las conversaciones, discusiones sobre la situación eco­nómica, política, por la que ha estado atravesando el país, el mundo, como resultado de la gran debacle en sus estructuras financieras, inmobiliarias, laborales. Cierto que en pocos círculos se daban con las razones principales causantes de la situación. Para los expertos inclusive, los misteriosos arcanos de las finanzas inter­nacionales resultan inabarcables y las características de la gran crisis hacían que esta misma fuera objeto de discusión más por sus dolorosos efectos y por sus resul­tados que por las razones que la causaban. Con cierta lógica, es imposible atinar en un análisis cuando no se tienen los datos. Y el principal, según los que son capa­ces de arriesgarse a sumar la liquidez acumulada de lo pagado religiosamente por los países consumidores a los productores de materias primas y energía, es que más del 50% de la corriente monetaria internacional está fuera de control.

Pues, con este fondo, en una de esas reuniones a las que me refiero, eso sí, presidida por una tan espléndida como optimista e inspiradora caña de cerveza, un pro­hombre de la política andaluza a la que ha servido con una experiencia e inteligencia envidiables, hoy lamenta­blemente ausente del servicio público, remataba la dis­cusión: "Pero, vamos a ver, si teníamos treinta y pocos años, estaba todo por hacer, y teníamos todo el dinero del mundo, ¿nos tendríamos que equivocar?"

Claro que nos equivocamos, sobre todo, creyendo que "todo el monte era orégano" en cuestiones políticas, territoriales, financieras y bancadas, urbanísticas, inmo­biliarias. La falta de experiencia, de solvencia mejor, ocasionó en algunos cayeran más hondo en el agujero de la crisis, hasta el deterioro institucional.

Pues parece que, no tanto por solvencia, sino por el claro instinto de supervivencia y el sacrificio de nues­tra sociedad que ha estado aguantando el temporal con dignidad y cierto estoicismo, puede intuirse ya alguna luz al fondo del túnel. Hay datos -balanza comercial, turismo, menos alarmante destrucción de empleo, una bolsa más dinámica, la prima de riesgo— que inspiran a seguir la pelea y que nos empujan al penúltimo esfuerzo para que, por lo pronto, el sufrimiento causado por la falta de actividad económica vaya reduciéndose, y empe­cemos un nuevo ciclo para ser mejores.

En Andalucía, todo lo descrito ha venido dejando su hue­lla y no pocas enseñanzas. Sin dudarlo, salta a la mente, y también al corazón, cómo los andaluces han desplega­do los resortes de su compromiso y su solidaridad ante el desempleo o el fracaso económico. El sufrimiento ha visto un alivio en ese núcleo único de apoyo y estabi­lidad que representa la familia. ¿Quién no conoce a un vecino en cuya familia esté su tabla de salvación en la zozobra? Resultarían cifras imposibles de reflejar en esas estadísticas que circulan.

En Andalucía, el sector asociativo ha desplegado movili­zaciones admirables. Algunas reconocidas, como la del Banco de Alimentos que, esa sí, presenta una estadística de redistribución de alimentos simplemente de poner el vello de punta. ¿Y Caritas? ¿Y las Hermandades y Cofradías de Andalucía que, aparte su labor continua y esta­tutaria de ejercicio de la Caridad, han movilizado, como solo ellas saben y pueden, una ingente cantidad de recur­sos materiales y humanos para ayudar? Algún día habrá que airear aquel Libro Blanco de la Acción Caritativa de las Hermandades de Sevilla, no para la autocomplacencia de lo mucho que se hace en bien de los demás, sino para demostrar que nuestras corporaciones cofrades son mucho más que ese "capilliteo", que algunos refieren de modo tan simplista como insultante convirtiendo una anécdota en categoría.

Estos mimbres de solidaridad con el prójimo, próxi­mos de compromiso y exigencia con nuestra tierra, sus enormes posibilidades, con sus instituciones y sus gentes, con nuestro propio rendimiento, son los que en este otoño nuevo, en este nuevo curso de esperanza, nos llevará a una mejor primavera. Interpretando lo que ya saben que dijo mi amigo, el prohombre andaluz, ya nos pilla con experiencia, no tenemos todo el dinero del mundo, y ahora nos queda mucho por deshacer. Y habrá merecido la pena el sacrificio.

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