Ntra. Sra. del Mar Coronada, Patrona de Almería Real Convento de Sto. Domingo O.P. Almería Fotografía: Javier Barranco Casimiro |
Ahora
que la semana santa se pierde en debates sin sentido, en senderos borgesianos
que se bifurcan de una forma estéril y absurda, en el frikismo que la
convierte en una afición como otra cualquiera para llenar las tardes ociosas,
los fines de semana vacíos, días enteros en las que no hay nada mejor que
hacer que entretenerse en asuntos sin importancia. Ahora que la Semana Santa
corre el peligro que late en su interior, porque los enemigos no están fuera,
sino en el hueco de la carcasa que ven los que no entienden la grandeza que
late en su alma. Ahora que hace falta un aldabonazo claro y sereno,
auténtico y
sin estridencias,
Ahora
que la Semana Santa está cayendo en ese territorio resbaladizo del cotilleo y
la afición, del mal gusto y la vulgaridad, del vacío revestido por el oropel de
la novelería, es justo y necesario que volvamos a las raíces. A la matriz. A la
madre de esta solera que el sol alumbra cada tarde del último tercio de agosto.
A la autenticidad despojada de bordados y policromía, a esa sombra maternal que
nos protege de las calores de la vida, y que sólo brilla en el reflejo sutil de
la carita del Niño para no dejar por embusteros a rancios pregoneros. Ahí, en
esa sombra de la tarde, está el aroma en
blanco y verde claro de los nardos que apuntan al cielo. Ahí, en esa sencillez
sin mácula, está el cimiento transparente que le da sentido al bordado y a la marcha,
al prioste y al horquillero, al contraguía y al cronista. Ahí, en ese cuadro
que pintores digitales que ha plasmado con el instante que perseguían los
impresionistas, está la verdad desnuda de la ciudad y de su Semana Santa.
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