Ntra. Sra. la Virgen del Mar, entronizada en su camerín, fotografía anónima, archivo familia Díaz Pérez, primeros años de la década de los 50, del recién siglo pasado. |
En septiembre de 1939
el Padre Ballarín inició en solitario su campaña de captación de voluntades para acometer el
primer paso en la tarea de recostrucción del templo de Santo Domingo. Para
que los albañiles, los canteros y los tallístas pudieran empezar su trabajo,
había que proceder antes al desescombro de las naves. Ballarín se fue otra vez
a la radio y al periódico para solicitar la ayuda de manos voluntarias
dispuestas a trabajar, de forma altruista, "para adecentar la casa de
nuestra Patrona", decía en su mensaje. Solicitó también la colaboracion
del gremio de carreros para que prestaran sus vehículos y a los dueños de
camionetas para facilitar el transporte de los escombros al lugar designado por
el Ayuntamiento para que sirviera de vertedero.
La primera cita fue el lunes 18 de
septiembre a las seis de la mañana, muy temprano, para que los almerienses que
acudieran a su llamada pudieran estar libres a las ocho para marcharse a sus
trabajos. Aquella mañana, Ballarín abrió la puerta del templo arropado por un
grupo de diez personas, escaso para el volumen de trabajo que había dentro del
templo. A pesar de la descorazonada respuesta de los fieles, los allí presentes
se pusieron a trabajar llenando espuertas y transportándolas en carros de
muías hasta los descampados de la Huerta de Jaruga, a la espaldas de donde años
después se levantó el cine Imperial. Esa tarde, mientras tomaba su taza de
leche y galletas en la casa de doña Mariana del Moral, el Prior de los
dominicos confesó que se encontraba desilusionado por la escasa respuesta de la
gente. "Tengo una sensación de vacío", dijo en uno de sus mensajes en
el periódico. "Falta cooperación popular, hay demasiada frialdad entre la
gente", aseguró. Al día siguiente, a las seis de la mañana, se presentaron
en la puerta del templo un grupo de jóvenes, de la congregación de los Luises,
y algunos empresarios importantes, formando un grupo de medio centenar de
personas que se pusieron manos a las obra.
Ballarín contaba, como una de las
anécdotas que le ocurrieron en aquellos días, que hallándose cargando una
carreta, un muchacho le dijo a otro: "Aquí deberían de venir a trabajar
los presos que están en el Ingenio", y el carrero le respondió: "No,
que ellos lo harían a la fuerza y nosotros lo hacemos voluntariamente y con
gusto".
Durante la faena no faltaron gestos de
picardía como el de aquellos obreros que por ahorrarse el viaje al vertedero
oficial de la Huerta de Jaruga, llevaban los carros al Parque y utilizaban los
escombros para llenar los socavones y los agujeros que formaban el paisaje de
aquel lugar, muy castigado por los bombardeos de la guerra. Había días en los
que faltaban espuertas y palas para hacer los trabajos, entonces era el propio
Padre Ballarín el que iba por los almacenes exigiendo ayuda como el que pide
una limosna para comer. "A
veces temo que un día cuando quiera levantarme de la cama el Señor no me dé
fuerzas para hacerlo y la obra que hemos empezado se quede sin terminar",
aseguraba. Otras veces, mientras que los hombres cargaban el lastre, el
Capellán se iba a la panadería de la calle Conde Ofalia y pedía fiao varios kilos de pan para que a las
ocho de la mañana, cuando cesaban los trabajos,
aquellos obreros pudieran echarse algo a la boca.
A los voluntarios que participaron
durante siete largas semanas en el desescombro del templo, la historia los
bautizó con el nombre de 'La Brigada del Amanecer'. Hasta 1941 no pudieron
empezar las obras de reconstrucción debido a la falta de presupuesto. En esos
meses, Ramón Bailarín no cesó en su labor de buscar ayudas, de ir casa por casa
pidiendo la colaboración de los fieles. "Hazte mensajero de la
Patrona", les decía, y desde su tribuna en el Yugo y en las ondas de Radio
Almería, lanzaba a diario sus 'Cuartillas', donde les iba contando a los almerienses
cómo iban las obras, los muchos obstáculos que le salían al paso y la necesidad
de que cada vecino se volcara con su Patrona, aunque sólo fuera adquiriendo una
de las humildes estampas que el fraile llevaba siempre en el bolsillo del
hábito.
El 30 de agosto de 1947, el Padre
Ballarín vio cumplido su sueño y el templo fue bendecido e inaugurado tras ocho
años de esfuerzos.
Mi agradecimiento a todas aquellas personas que me han ayudado a realizar este pequeño esquema, sobretodo, al libro Almería y sus barrios de Eduardo del Pino Vicente, así como a la Enciclopedia Almería, de la Editorial Andalucía.
Gracias también a los Padre Dominicos, por seguir conservando tan dignamente el Santuario de Ntra. Sra. del Mar, y como sin ayuda del Obispado, ni del Cabildo Catedral, pudo volver a levantar casi de la nada, el templo de Ntra. Sra. del Mar.
Mi agradecimiento a todas aquellas personas que me han ayudado a realizar este pequeño esquema, sobretodo, al libro Almería y sus barrios de Eduardo del Pino Vicente, así como a la Enciclopedia Almería, de la Editorial Andalucía.
Gracias también a los Padre Dominicos, por seguir conservando tan dignamente el Santuario de Ntra. Sra. del Mar, y como sin ayuda del Obispado, ni del Cabildo Catedral, pudo volver a levantar casi de la nada, el templo de Ntra. Sra. del Mar.
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