miércoles, 4 de septiembre de 2013

RECONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO DE SANTO DOMINGO LA REAL, SANTUARIO VIRGEN DEL MAR, II

Ntra. Sra. la Virgen del Mar, entronizada en su
camerín, fotografía anónima, archivo
 familia Díaz Pérez, primeros años de la década
de los 50, del recién siglo pasado.
En septiembre de 1939 el Padre Ballarín inició en solitario su campaña de captación de voluntades para acometer el primer paso en la tarea de recostruc­ción del templo de Santo Domingo. Para que los albañiles, los canteros y los ta­llístas pudieran empezar su trabajo, había que proceder antes al desescombro de las naves. Ballarín se fue otra vez a la radio y al periódico para solicitar la ayuda de manos voluntarias dispuestas a trabajar, de forma altruista, "para adecentar la casa de nuestra Patrona", decía en su mensaje. Solicitó también la colabora­cion del gremio de carreros para que prestaran sus vehículos y a los dueños de camionetas para facilitar el transporte de los escombros al lugar designado por el Ayuntamiento para que sirviera de vertedero.
La primera cita fue el lunes 18 de septiembre a las seis de la mañana, muy temprano, para que los almerienses que acudieran a su llamada pudieran estar libres a las ocho para marcharse a sus trabajos. Aquella mañana, Ballarín abrió la puerta del templo arropado por un grupo de diez personas, escaso para el volumen de trabajo que había dentro del templo. A pesar de la descorazonada respuesta de los fieles, los allí presentes se pusieron a trabajar llenando espuer­tas y transportándolas en carros de muías hasta los descampados de la Huerta de Jaruga, a la espaldas de donde años después se levantó el cine Imperial. Esa tarde, mientras tomaba su taza de leche y galletas en la casa de doña Mariana del Moral, el Prior de los dominicos confesó que se encontraba desilusionado por la escasa respuesta de la gente. "Tengo una sensación de vacío", dijo en uno de sus mensajes en el periódico. "Falta cooperación popular, hay demasiada frialdad entre la gente", aseguró. Al día siguiente, a las seis de la mañana, se presentaron en la puerta del templo un grupo de jóvenes, de la congregación de los Luises, y algunos empresarios importantes, formando un grupo de medio centenar de personas que se pusieron manos a las obra.
Ballarín contaba, como una de las anécdotas que le ocurrieron en aquellos días, que hallándose cargando una carreta, un muchacho le dijo a otro: "Aquí deberían de venir a trabajar los presos que están en el Ingenio", y el carrero le respondió: "No, que ellos lo harían a la fuerza y nosotros lo hacemos volunta­riamente y con gusto".
Durante la faena no faltaron gestos de picardía como el de aquellos obreros que por ahorrarse el viaje al vertedero oficial de la Huerta de Jaruga, llevaban los carros al Parque y utilizaban los escombros para llenar los socavones y los agujeros que formaban el paisaje de aquel lugar, muy castigado por los bombar­deos de la guerra. Había días en los que faltaban espuertas y palas para hacer los trabajos, entonces era el propio Padre Ballarín el que iba por los almacenes exi­giendo ayuda como el que pide una limosna para comer. "A veces temo que un día cuando quiera levantarme de la cama el Señor no me dé fuerzas para hacerlo y la obra que hemos empezado se quede sin terminar", aseguraba. Otras veces, mientras que los hombres cargaban el lastre, el Capellán se iba a la panadería de la calle Conde Ofalia y pedía fiao varios kilos de pan para que a las ocho de la mañana, cuando cesaban los trabajos, aquellos obreros pudieran echarse algo a la boca.
A los voluntarios que participaron durante siete largas semanas en el des­escombro del templo, la historia los bautizó con el nombre de 'La Brigada del Amanecer'. Hasta 1941 no pudieron empezar las obras de reconstrucción debido a la falta de presupuesto. En esos meses, Ramón Bailarín no cesó en su labor de buscar ayudas, de ir casa por casa pidiendo la colaboración de los fieles. "Hazte mensajero de la Patrona", les decía, y desde su tribuna en el Yugo y en las ondas de Radio Almería, lanzaba a diario sus 'Cuartillas', donde les iba contando a los almerienses cómo iban las obras, los muchos obstáculos que le salían al paso y la necesidad de que cada vecino se volcara con su Patrona, aunque sólo fuera adquiriendo una de las humildes estampas que el fraile llevaba siempre en el bolsillo del hábito.
El 30 de agosto de 1947, el Padre Ballarín vio cumplido su sueño y el templo fue bendecido e inaugurado tras ocho años de esfuerzos.
Mi agradecimiento a todas aquellas personas que me han ayudado a realizar este pequeño esquema, sobretodo, al libro Almería y sus barrios de Eduardo del Pino Vicente, así como a la Enciclopedia Almería, de la Editorial Andalucía.
Gracias también a los Padre Dominicos, por seguir conservando tan dignamente el Santuario de Ntra. Sra. del Mar, y como sin ayuda del Obispado, ni del Cabildo Catedral, pudo volver a levantar casi de la nada, el templo de Ntra. Sra. del Mar. 

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