martes, 20 de agosto de 2013

PALACIO DA PENA, SINTRA



PALACIO DA PENA
Fotografía: E. Jesús Díaz Pérez



Se entra al palacio por un puente levadizo y atravesando un corredor excavado en la roca. Unas estre­chas escaleras conducen a la gran terraza, una especie de patio de armas presidido por el Pórtico do Tritáo, de estilo neomanuellno, con una feroz criatura marina que vigila la entrada a los salones y aposentos reales. La decoración exterior, espe­cialmente abigarrada en puertas, balcones ventanas, minaretes y garitas con abundantes motivos vegetales, geométricos y animales, está a veces llena de simbología: rosacruces otros elementos masónicos indican que el rey debió pertenecer a esta secreta hermandad.


Del antiguo monasterio de 

 

ALCOBA DE LA REINA,
Fotografía: E. Jesús Díaz Pérez

Nuestra Seño­ra da Pena se conserva la iglesia y un claustro de dos plantas, cubierto de azulejos, de auténtico estilo manuelino. Hay que destacar el retablo rena­centista, realizado en alabastro por Nicolau Chanterenne en 1529, con escenas de la vida de la Virgen y de la Pasión de Cristo. También merece especial atención el comedor, que había sido el refectorio de los monjes, con su techo abovedado. La mesa está puesta para doce comensales, con manteles, objetos de porcelana, cristal y plata de gran belleza y valor. La vajilla lleva el escudo de armas de Fernando II. En la cocina tampoco falta detalle: las ollas de cobre aún cuelgan sobre los fogones y hasta el menú del día está escrito en una pizarra. Los salones y habitaciones del pala­cio conservan los estucos de las pare­des y su mobiliario original, mostrando los gustos y forma de vida de los que fueron sus habitantes hasta 1910, año en que se proclamó la república y tuvo que salir del país el último rey portugués, Manuel II "El Desafortuna­do". Entre los dormitorios reales llama la atención el de la reina Amelia, de gran amplitud, que conserva todos los muebles y objetos personales, desta­cando cuatro hermosos paneles de caoba tallada. En el dormitorio del rey Carlos destaca una pintura del siglo XVI que representa a San Jerónimo. El de Manuel II es una habitación ovala­ba, con techos estucabas y paredes rojas; sobre la chimenea puede verse un retrato del que fuera último rey de Portugal.


Los numerosos salones, cada uno con su propia personalidad, se nombran por aquello que más los caracteriza: sala verde, sala Indiana (con muebles de teca indios) o sala árabe (total­mente cubierta con trampantojos en techo y paredes, realizados por Paolo Pizza, que Imitan un salón árabe). El salón noble, destinado a las fiestas aristocráticas, presenta las paredes totalmente cubiertas por un estuco de motivos geométrico de Inspiración árabe y elementos florales que forman grandes rosetones. En el centro, pende del techo un gran candelabro de bronce dorado con 72 velas capaz de iluminar toda la estancia pero, por si acaso, hay en las esquinas cuatro estatuas de turcos que sujetan candelabros con luces eléctricas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario