Omniun Santorum.
Sagrada Cena y Reina de Todos los Santos
Puerta lateral Omnium Sanctorum 1936. foto archivo ABC. |
Desde 1880, La Sagrada Cena radicaba en esta popular parroquia, primera
iglesia en sufrir los embates incendiarios del 18 de julio. Desaparecieron
bajo el fuego sus retablos, artesonados, cuantiosos enseres y mobiliario.
Subsistieron, aparte de los muros, torre y portadas, algunos elementos artísticos
de hierro, aunque quedaron deteriorados por la acción del fuego.
Por fortuna y debido a que fue retirada a
tiempo, se salvó Nuestra Señora Reina de Todos los Santos, el paso procesional
y la mayoría de enseres e insignias de esta histórica Hermandad de la calle
Feria. Gran parte de la orfebrería que poseía la parroquia también se retiró
con tiempo suficiente. Un notable esfuerzo económico afrontó esta popular
Corporación, sufragando elevadas sumas económicas destinadas a la
reconstrucción y equipamiento de su templo.
Entre la puerta lateral y los pies de la
nave de la Epístola, en un retablo neoclásico, recibía culto el Señor de la
Sagrada Cena. A los pies del templo, según se entra desde la calle Feria se
hallaban la Virgen del Subterráneo a la derecha, en otro retablo del mismo
estilo y el Cristo de la Humildad y Paciencia a la izquierda, en un altar
sencillo.
Estas imágenes también habían sido
desalojadas y acogidas en casas particulares. El apostolado, de escasa calidad
artística y que ocupó los altares vacíos de Omnium Santorum, pereció bajo las
llamas. Antonio Bidón Villar realizó los nuevos discípulos en 1938, acompañando
hasta 1982 al Señor en el Misterio de la última Cena.
También se perdió el paso del Cristo de la Humildad y Paciencia, estrenado
en 1915, que se guardaba en las dependencias del templo. Por el contrario, y
gracias a custodiarse en un almacén, el paso de Misterio y diversos enseres no
fueron objeto del incendio. El palio y el manto de la Virgen del Subterráneo,
-Juan Manuel Rodríguez Ojeda, 1923 y 1924 respectivamente-, pudieron salvarse
gracias a la intervención del sacristán y cofrade Francisco Plaza Rodríguez,
rescatándolos de un fuego inminente.
Desde sus lugares de ocultación, las
imágenes ya no retornarían a su sede canónica. La Sagrada Cena se trasladó a la
iglesia de Nuestra Señora de Consolación (Los Terceros), regentada entonces
por los Escolapios, donde continúa. La parroquia y la Sacramental de Todos los
Santos se establecieron provisionalmente en San Lorenzo.
El 31 de julio tapiaron las puertas y
ventanas de Omnium Sanctorum, hasta que se procedió a su reconstrucción. Este
proceso estuvo dirigido por el arquitecto Juan Talavera. Las obras dieron
comienzo el 8 de septiembre de 1937, finalizando tres años después. El 12 de
octubre de 1940 fue reabierta de nuevo. Las obras se sufragaron con donativos
particulares, procedentes principalmente de feligreses, gente humilde en su
mayoría -el primero, de una peseta, lo entregó una anciana de la feligresía-.
La construcción se ejecutó, básicamente, a cargo de las empresas de Ignacio
Rojas Marcos en el aspecto constructivo y de Manuel Casana por lo que respecta
a la carpintería y armazones de madera. Ambos dilataron el cobro de las
facturas en función de los donativos recibidos.
La única ayuda económica oficial,
ascendente a 150.000 pesetas, procedió de la Dirección General de Regiones
Devastadas, y fue concedida en 1941, una vez reabierta la iglesia, por lo que
sirvió para amortizar las deudas contraídas anteriormente.
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