martes, 29 de noviembre de 2011

LA FAMILIA, TRASMISORA DE LA FÉ

S. Joaquín, Sta. Ana y la Virgen Niña, Parroquía de la O,
Barrio de Triana, Sevilla. Foto y fotomontaje: E. Jesús Díaz
Precisamente, en su origen, la catequesis no se desarrollaba en los tem­plos sino en las familias y era el padre de familia quien iniciaba en la fe a sus hijos. Así lo hacían desde siempre los padres judíos que eran los prime­ros obligados a explicar la Tora a sus hijos, y enseñarles a leerla antes de acudir a la sinagoga. Esto era una grave obligación y se respondía ante Dios: "Escucha, Oh Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado (es decir a menudo); las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas. (Deuteronomio 6, 4-9)".

A ser cristiano se aprende desde pequeño, cuando se reza con los pa­dres al levantarse, al acostarse, antes de cada comida, teniendo imágenes en casa, interesándose qué le han explicado en clase de Religión, que te lo cuenten tus hijos y tú explicándoselo a su vez, leyendo en familia el Evan­gelio del Domingo para que lo vayan entendiendo cuando escuchen la Ho­milía y no se queden indiferentes, diciendo a los hijos lo que está bien y lo que está mal. Y es que lo que no hagan los padres, a pesar de nuestros fa­llos y delimitaciones, no lo hará nadie con igual eficacia. No suele fallar el binomio: familia cristiana genera vocaciones cristianas.

Cuando a un sacerdote le pregunto por su vocación siempre me dice que en su familia se vivía mucho la fe. No hay vocaciones cristianas quizás porque no hay familias cristianas. Seamos militantes activos no nos limite­mos a ser familias "consumidoras" de sacramentos sino cumplir con nues­tra función de ser transmisoras de la Fe, que a su vez recibimos de nuestros mayores como un tesoro. De estas familias saldrán vocaciones y la fe se trans­mitirá firme y con vida.

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