miércoles, 6 de abril de 2011

ORIGEN DE LA PIEDAD

El   tema de la Lamentación o Llanto sobre el cuerpo muerto de Cristo, no cuenta apenas con referencias explícitas en los Evangelios canónicos ni en los Apócrifos, al citarse de manera indirecta en Mateo (XX-VII, 59), Marcos (XV, 46), Lucas (XXIII, 53-54), Juan (XIX, 39-40), Evangelio de Pedro (VI, 21 y 24), Actas de Pllato (XI, 3; XII, 1), Declaración de José de Arimatea (IV, 1) y Venganza del Salvador (XXI, XXIX). Esa carencia casi absoluta de datos propició una aparición en el campo del arte relativamente tardía. Así, mientras algunos historiadores se atreven a fijarla en momento indeterminado del siglo XII, otros en cambio prefieren decantarse por fechas posteriores. Sin embargo, esas discrepancias se disipan a la hora de localizarla, porque coinciden en su procedencia alemana.

          De acuerdo con semejante premisa, no extraña que surja por evolución de la Vesperbild, nombre aplicado en la región renana a la imagen de la Virgen con el cuerpo inerte de Jesús en el regazo. Se caracteriza por componer un grupo con número variable de personajes. La versión menos amplia muestra cuatro figuras, pues a las ya mencionadas, se suman las efigies de San Juan y la Magdalena. Por lo general, el evangelista atiende a la cabeza, y la pecadora penitente a los pies, según recoge Sor María de Jesús de Agreda en el libro VI de la Mística ciudad de Dios. Vida de María (Cap. 24,1446) publicado en 1670. El aumento a seis de lo; participantes, mediante la incorporación de le pareja formada: bien por María Salomé y María Cleofá, bien por José de Arimatea y Nicodemo, marca un nivel intermedio, previo a le presentación ideal del conjunto, consistente en la total inclusión de los citados.

          La rápida expansión de esta iconografía por el resto de Europa, y sobre todo, el profundo arraigo con que enseguida afianzó en las distintas clases sociales, parecen deberse en gran medida al desarrollo encontrado en la oratoria sagrada y en los escritos de inspiración religiosa, tan frecuentes en le época. No en vano, ambas parcelas literarias propulsarían el aumento de la devoción hacia este pasaje pasionista, generando tanto la correspondiente demanda de pinturas y esculturas, como su innegable inclusión inmediata en el teatro de los Misterios, una circunstancia que, sin duda, le proporcionó, er gran medida, una popularización y una pujanza paulatinas. En consecuencia, antes de continuar con nuestro análisis, quizás convenga detenerse de forma sucinta en lo referente a los principales rasgos y características del expresado medio propagador, con sus principales aportaciones.

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