martes, 12 de abril de 2011

COMO SI LA VISTIESEN LOS ÁNGELES

Mª Stma. de Fé y Caridad, Hdad. Sta. Cena
Foto: Dani Pérez. Fotomecánica: E. J. Díaz
     Que atareado esta el Señor S. Pedro, intentando que no se les escapen los ángeles, serafines y los querubines que bajan de la Gloria a la tierra para ataviar a su Bendita Madre de los Cielos y ponerla lo más guapa que puedan.

     Aprovechan las noches cuando la soledad invade la tierra, cuando los Templos están ya vacios de feligreses, devotos y vecinos. Cuando llegan saludan a la Madre, revolotean alrededor de Ella, comienza a despojarla de su atavíos de hebrea le quitan su azul manto, el tul y su aro de doce estrellas. La roja saya, el fajín que no era de generala, los tres clavos y la corona de espinas que en los delicados dedos se le clavaba.

     Los querubines buscan en los halcones ropas de terciopelo, las puntillas de oro, blondas de encajes belgas, pañuelos de fino lino. Entre dos serafines termina de acicalar la corona, para cuando suba a su paso pueda ser coronada como reina de todo lo creado. Los más astutos empiezan a vestirla, colocando en sus sienes los finos encajes para que a forma de cascada le acaricien la cara, le plantan la saya, el fajín de generala, le sobreponen las alhajas, más una daga que le atravesará el Alma. Y cuando la ascienden al paso de palio, le acomodan el pesado manto que está recién terminado de cepillar por un tercio de querubines, y por último en sus sienes ya arrugada y marchitada por la pena, el llanto y la amargura le colocarán esa corona símbolo de cómo Reina ninguna y que ha sido regalada por los devotos y hermanos de menos fortuna.

     Cuando empiezan las claras del día que es la hora de alabar a Nuestro Señor, toda la Corte Celestial se disponen abandonar nuestros templos dejándolas vestidas de rico terciopelo, de oro, sedas y plata, para el disfrute de sus cofrades que tanto la aman.



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