jueves, 18 de noviembre de 2010

LA REACCIÓN DE LOS CRISTIANOS, ANTE LAS RUINAS DE JERUSALEM

     Los miembros de la iglesia de Jerusalén se habían refugiado en Pella de Trasjordania en algún período de la guerra del 66-70. Hay datos de su regreso a la antigua capital tras la guerra.

     Es notoriamente exagerado sostener que el cristianismo nació en cierto sentido de nuevo como resultado de la catástrofe judía del 70. No hay prueba ninguna de una derrota del movimiento paulino ni de que la Iglesia, sumergirla vil un túnel de oscuridad entre el 55 y el 85, haya surgido luego metamorlitrrarla No hay un hiato entre el cristianismo paulino y el de los Sinópticos .
    
     Marcos, que sintió vivamente la catástrofe anunciada por Jesús (Me 13, -20), sale al paso a esta identificación distinguiendo cuidadosamente los iruimientos en el curso de la historia, el tiempo actual de la evangelización de la venida trascendente del Señor, pese a que esta pueda quedar cerca. Proclama que no se puede calcular su momento (Me 13, AI conectar el anuncio de la destrucción del Templo con el discurso escato­tt, puede estar siguiendo una representación corriente en su comunidad; tu suceso queda ya atrás y es escatológicamente irrelevante. A lo más es el presente de la comunidad el que entiende como un tiempo cualificado escatoló­gicamente, al describirlo (Mc 13,5-13) con los motivos apocalípticos de las tri­bulaciones (thlípseis) del tiempo final.

     Mateo entiende el juicio histórico del pueblo judío como una venida glo­tlrl Hijo del hombre 150. El juicio de la nación escogida pone claramente I orden antiguo (Mt 21,41) 151. Mt 23, 29-39 nos da una interpretación de historia que entiende la destrucción del Templo como un castigo de Dios a al haberse ido acumulando su culpa hasta el rechazo de los mensajeros de 1 (Mt 23,34). Con la destrucción del Templo llega también a su fin la pri­época de la historia de la Iglesia, el tiempo de la misión a Israel.

     El cristianismo más antiguo se hizo pronto a la idea de vivir sin ciudad santa ni Templo. Fraguó la convicción, con afirmaciones precisas como las de Mc 14,58, Hch 6,14 y la ampliamente comentada en Jn 2,19-22, de que la per­sona misma del Resucitado remplazaba en su función institucional al Templo. El trasfondo de esta tradición es que el mismo Señor que había tratado en vano de hacer de la Casa de su Padre una casa de oración, había anunciado la ruina de esa «guarida de ladrones» (cf. Mc 11,15-19 par) .
Las crisis del 70 y del 135 han sido de importancia indudable para el des­tino ulterior del cristianismo. La primera ha contribuido a robustecer su autono­mía y fortalecer la conciencia de su peculiaridad. La segunda le pareció una con­firmación del veredicto divino pronunciado sobre el antiguo Israel.

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