viernes, 5 de noviembre de 2010

LA FIDELIDAD CONSTANTE, EN EL HONOMÁSTICA DE STA. ÁNGELA DE LA CRUZ


Cuadro de la Beatifición de Sor Ángela
      Hoy se celebra en la Iglesia Diocesana de Sevilla el día de Sta. Ángela de la Cruz, y Vetusta no iba a ser menos uniéndose en un pequeño recordatorio de su vida, pero no de su biografía que ya la sabemos más o menos todos sino en una parte de su Amor a Dios y consecuentemente a todos los hombres. Una de sus virtudes que vamos a recordar hoy, es la fidelidad constante.


     Se quejaba Sor Ángela, en su intimidad, de la lucha que tenía que llevar entre lo que Dios le pedía y su temor a no ser tan fiel como ella deseaba. Así nos lo cuenta ella misma: "me entró mucha tristeza, nada me alegraba; yo casi lloraba sin poderlo remediar, se me aumentaba el aborrecimiento del mundo y de todo lo terreno. Pero lo que sentí principalmente fue que por un lado conocía muy claro lo que Dios me pide, y por otro mi poca fidelidad en corresponderle; esto me hacía penar en la presencia de Dios, pero penaba de una manera dulce y teniendo un vivo deseo de enmendarme y llegar de la manera que sea, hasta donde Dios quiere que llegue" (Papeles... 248).

     Es propio de la fidelidad este noble sentimiento que nace de un deseo insondable de unión con la voluntad y el querer de Dios. Pues la fidelidad no es una fría constancia en los propósitos, sino un amor que cada día exige mayor identificación con Jesucristo. ¡Qué bien refleja Sor Ángela este sentimiento de la fidelidad!: "Uno de estos días conocía con bastante luz la fidelidad tan grande que Dios me pide y cuánto me falta para ser fiel a Dios, que todo se lo merece. Esto me producía mucha pena por mi poca ligereza en el servicio de mi Dios, yo no debo correr sino volar, y algunas veces tengo tanta pereza que me quedo quieta y ni aun siquiera ando" (Papeles... 258).

     Sor Ángela deseaba ser fiel con todo su corazón a la voluntad de Dios, pero le parecía que ella no era el instrumento adecuado para realizar la obra que se le pedía. Esa obra no era otra que la misma fundación y cuidado de la Compañía de las Hermanas de la Cruz. La Fundadora no se consideraba ni fuerte ni digna, pero ella se mantendría en fidelidad abrazándose a la cruz de Cristo.





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