lunes, 8 de noviembre de 2010

EL REINADO DE HERODES Y SUS SUCESORES

Herodes el Grande, negando la matanza de los niños
Ya afianzado en su trono a partir del año 37 hasta el 4 a. de C., Herodes gobernó como monarca “amigo y aliado” de Roma, dependiente en su política exterior de Augusto y el Senado.

Transformó el panorama urbano de su reino con su fiebre por nuevos y magníficos edificios. Construyó, o reforzó, una serie de fortalezas en el límite del desierto de Judea. Regaló edificios a ciudades helenísticas que no le pertenecían, para así incrementar su prestigio. Quería crearse una reputación de benefactor de conducta piadosa y heroica. Las características más destacadas de su carácter fueron el apasionamiento, el egoísmo y la desconfianza. Fue un tirano cruel, aún  con su propia familia.

Aún siendo de religión judía, se le podía considerar un gobernante helenístico pagano. El pueblo vio en Herodes al aniquilador de los Hasmoneos. Herodes quedó en la memoria del pueblo como asesino sin escrúpulos y tirano sangriento.

En el año 4 murió en Jericó, dejando el reino a su hijo Arquelao, sus otros hijos Herodes  Antipas y Filipo quedaban como tetrarcas de Galilea y de Perea. Augusto optó por conceder a Arquelao, sólo como etnarca, Judea, Idumea y Samaria. Antipas recibió Galilea y Perea como tetrarca. Filipo se quedó con otras comarcas del antiguo reino de Herodes.

Arquelao gobernó tan despóticamente que una nueva delegación de judíos quejosos hizo mella en Augusto, que lo depuso y desterró a las Galias. El territorio que había gobernado fue anexionado a la provincia de Siria, con una administración especial dirigida por un gobernador que residía en Cesarea.

En principio los romanos trataron de respetar las peculiaridades religiosas de los judíos, que incluían la exención del culto imperial. El Sumo Sacerdote, nombrado por el gobernador o el legado de Siria, presidía el Sanedrín que regía los asuntos locales judíos bajo la égida romana.

Herodes Antipas reinó como tetrarca de Galilea y Perea, bajo soberanía romana, entre los años 4-39 d. de C. El encarcelamiento del bautista fue una medida de precaución para evitar una posible insurrección. Estuvo también preocupado por la creciente notoriedad de Jesús, probablemente por temor a la reacción pública. Le temía como a un nuevo bautista.

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