miércoles, 8 de septiembre de 2010

NATIVIDAD DE MARÍA , COMIEZO DE LA CUENTA ATRÁS

El día 8 de septiembre el santoral nos habla de la entrada de la Virgen en el mundo y en nosotros se despierta una gran curiosidad, razonable, al fin y al cabo, por saber detalles de su nacimiento.

Los evangelistas, de quien María fue su guía, nada dicen en concreto de la Natividad. Cristo absorbió toda su preocupación. Dando a conocer al Hijo, de rechazo, dieron a conocer a la Madre. Sólo nos cuentan pasajes y divagaciones de este día glorioso los evangelios apócrifos, sobre todo el Protoevangelio de Santiago, uno de los libros de más difusión en los primeros siglos del cristianismo. Más tarde hacen estudios acerca de este punto San Epifanio San Juan Damasceno, San Germán de Constantinopla, San Anselmo, San Eutimio, patriarca de Constantinopla, y todos los teólogos medievales, así como los santos y mariólogos de los siglos más cercanos.

Pero los evangelios canónicos guardan "silencio". "Silencio" alrededor de Ella. Dios ha comenzado la obra, Él la terminará. Ese será en todo momento el "sello" de la Virgen. La Madre de la "palabra eterna" nació en el "silencio".

No obstante, algo se sabe por lo que la tradición nos va conservando.

Nació de Joaquín y Ana, dos israelitas ancianos. Fue de sangre real y de estirpe sacerdotal, así lo repite la antífona de la misa de la Natividad.

Ana era hija del sacerdote Mathan y de María. Tenía dos hermanas: María, que se caso en Belén y dio a luz a Salomé, y Sobe, que engendró a Isabel, la madre del Bautista.

Algunas narraciones afirman que los padres de María eran ricos y poderosos, como correspondería al linaje de los hijos de David. Según narra el Protoevangelio, Joaquín era rico y pagaba duplicados los impuestos de la ley. Mas esta afirmación de su desahogo económico no parece probable teniendo en cuenta que aquella estirpe regia se había sumergido en una existencia obscura y no quedaban del solar de Belén, patria de David, ni restos de grandeza. Sus habitantes se habían diseminado por la Judea y la Galilea, en donde buscaron medios propios de vida. David, muerto desde hacia nueve siglos, había dejado muchos hijos que se repartieron todo. Su gloria era casi únicamente la promesa del Mesías.

Según consta en los evangelios canónicos, María perteneció a la estirpe de David y tenía como antepasados a Leví y Aarón. Conforme a la bendición que Jacob hizo a Judá, la "flor" saldría de esta familia reducida, pero regia, pues Joaquín venía de Barpanther. descendiente de Natham.

No puede apoyarse la opinión de los escritores apócrifos que afirman que los padres de la Virgen no eran sólo ricos, sino opulentos y hasta aseguran que sus ascendientes rigieron toda la Palestina. Eran pobres, porque de lo contrario no hubieran consentido que su hija se casase con un artesano. Después de casada, María no tuvo medios de fortuna; vivió del trabajo de su esposo, que era carpintero. Tampoco encontraron albergue en Belén la noche de su llegada, con ocasión del empadronamiento, porque no tenían amigos ni siquiera medianamente acomodados a los que acudir, cosa que hubiesen aceptado dados los momentos especiales por los que Ella pasaba.

Joaquín y Ana fueron los padres de María, y la genealogía, basada en registros públicos conservados en Jerusalén, que San Lucas inserta en su evangelio (3, 23-38), parece ser la de María, así como la que ofrece San Mateo (1, 1-17) corresponde a San José, como cabeza de familia.

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