lunes, 13 de septiembre de 2010

EL CAPILLITA NACE NO SE HACE

Ha terminado los deberes y la tarde es buena, le queda aún tiempo para pasear por la ciudad y acercarse tímidamente alguna parroquia para poder contemplar desde la lejanía algún altar de culto, besamanos o simplemente el cambio de ajuar de alguna imagen.

El en verdad no sabe lo que es, sino que es algo que le trasmite unas sensaciones inexplicables, el intuye que tiene que ir allí, advirtiendo en sí mismo la satisfacción, cuando observa como lo priostes de las hermandades colocan a Jesús o a su Madre lo más dignamente posible. El se queda mirando con nitidez, inmóvil, casi no parpadea, en algún momento puede tener la sensación de que es observado por la gente de la cofradía, e incluso pensar de que está molestando en algún momento, siendo todo esto producto de su timidez.

Así va día a día, durante todo el año, no se conforma con su cofradía, sino como podemos ver, disfruta también con las demás, ilusionándose con cada una de ellas, como si de su propia hermandad se tratara. Poco a poco va adquiriendo el buen gusto, le empieza a nacer la curiosidad por la priostia, incluso comienza hablar tímidamente con alguien, descubre en su colegio a compañeros que pertenece alguna hermandad, y que al igual que el también van recorriendo los templos de la ciudad en busca de ese detalle escondido, que como un acertijo van descubriendo, quedándose atónitos en el momento del hallazgo.

Es así como nace el capillita, enamorándose de las hermandades como si de una novia se tratara, en puro anonimato del cual va despojándose, al igual que las serpientes cuando mudan la piel, dejando esa timidez a lo largo del camino, e involucrándose poco a poco en esa marea de incienso que lo va formando para ser el día de mañana un buen cofrade de a pié.

No hay comentarios:

Publicar un comentario